La amnesia histórica que vaga por las islas Canarias sobre esta negra etapa no acaba en los miles de asesinatos silenciados. La mayor parte de la población canaria ignora por puro desconocimiento que en el archipiélago hubo diversos campos de concentración tras el golpe de Estado de 1936. Ante el alto grado de hacinamiento en los centros penitenciarios, estos lugares sirvieron de perfecto sustituto. Solo en Gran Canaria hubo hasta tres. Lo cuenta muy bien Juan Medina Sanabria en su libro Isleta/Puerto de La Luz: campos de concentración. El primero se situó en los terrenos militares de la península de La Isleta, en la capital grancanaria. Se abrió el 31 de julio de 1936 con 315 prisioneros; meses después ya estaban recluidas 1.145 personas. Era tal la brutalidad empleada que muchos presos acertaban a llamarlos «campos de castigos» más que de internamiento. Cuando no eran torturados o sometidos a trabajos forzosos, eran llevados al campo de tiro, donde los fusilaban.
El 15 de febrero de 1937 se abandonaron estas instalaciones ya que estaban justo detrás de un barrio obrero, y las autoridades militares temían posibles fugas o revueltas. Así fue como nació el segundo campo de concentración: el de Gando. Se trataba de un antiguo lazareto construido en 1897 para internar a los tripulantes y pasajeros de barcos con enfermedades infecciosas. Los más de 1.000 reclusos fueron trasladados por mar en un trayecto que duró seis horas. Allí las condiciones no eran mejores que en La Isleta, ya que el edificio y el terreno, de cinco hectáreas, presentaban un estado pésimo de insalubridad, que provocó más tarde una grave epidemia de fiebres tifoideas. Sin embargo, surgieron más inconvenientes para los altos mandos cuando las autoridades declararon Gando como aeropuerto nacional. El Ministerio de Justicia ordenó entonces desalojar la zona, hecho que se produjo el 14 de octubre de 1940.
Finalmente, fue en Las Torres, en el barrio de Guanarteme, donde se construyó el último centro de confinamiento, operativo hasta el 31 de agosto de 1941. A partir de aquel momento, todas las personas apresadas y encarceladas por el franquismo fueron trasladas a la cárcel, hoy día ya desaparecida, de Barranco Seco.
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